miércoles, 23 de mayo de 2012
domingo, 20 de mayo de 2012
viernes, 4 de mayo de 2012
Biblioteca a dos aguas
Ya
sé que es bueno hacer limpieza en serio,
ordenar
nuestros libros otra vez,
dispuestos
hasta ahora en estancias distintas.
Es
bueno hacer limpieza, hacer balance
ahora
que miramos hacia dentro
y
nos vemos desnudos trasladando
los
jardines botánicos de Europa. Ya lo sé.
Sé
que ha pasado tiempo y nos vestimos,
que
ordenamos los libros con criterio
y
tenemos goteras, humedad en el techo,
que
es urgente pintar esas grietas,
que
prefieres guardar en el trastero
esa
imagen de nómada inconsciente,
las
fotos tan alegres, tan tristes de Lisboa.
Tienes
razón…,
no
puedo ser mejor que mis imágenes.
¿Te
acuerdas? Benedetti, corazón
coraza
y viceversa. Fue un regalo.
¿En
qué maldito idioma babélico se burla
Borges
en nuestra torre? Mejor, Cortázar:
Vuelta al día en ochenta mundos. Sé
que
a veces discutimos por cuestiones domésticas
o
por sandeces, qué sé yo, amor. Mira
hasta
ahora los libros, así, sin anaqueles,
amontonados,
pilas
que son columnas
de
nuestra intimidad y nuestra casa.
Mira,
las Mil mejores poesías
de lengua castellana –siempre estuvo contigo–.
Aquí
podrá caber todos los clásicos.
Allí,
los de política y ensayo, por favor,
a
la izquierda, con arte y poesía.
Vamos
a procurarles, a darnos otra vez
un
lugar habitable y confundirnos
para
mezclar tus libros con los míos:
tu
Trilce, de Vallejo, con Neruda
–Confieso que he vivido y Residencia
en la Tierra–. Teatro y narrativa
del
realismo mágico ahí delante.
Los
de cine y pintura más abajo,
junto
a la Enciclopedia y los volúmenes
de
El mundo y sus jardines… Hay más
libros
sin
orden ni concierto, poemarios
a
los que siempre vuelvo como a casa:
Compañeros de viaje, Tranquilamente hablando,
Poesía completa de Szymborska, Palabra
sobre palabra…
Unamos
nuestros libros, sí, pero nunca olvides
cuáles
te pertenecen a ti, amor,
porque
no quiero ser yo quien te reste
ni
quiero disolverme tampoco en tu memoria,
aunque
volver atrás sea leer
al
revés el palíndromo que somos
como
el ave y la nada en el Edén,
en
este paraíso de palabras. Por eso
confundamos,
mi amor, tu reflejo y mi imagen,
tu
imagen, mi reflejo… más incluso
que
en todos nuestros libros. No es ficción
este
amor que sostiene nuestra casa.
Porque
hay un escrutinio necesario
que
el tiempo compartido nos impone.
Por
eso decidimos leernos mutuamente,
que
sea esta biblioteca a dos aguas
el
hogar donde ardamos contra el frío
de
Ovidio, de Petrarca y Garcilaso. Escucha:
Daniel
García Florindo
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