jueves, 10 de junio de 2010

Variación sobre una advertencia memorable de Felipe Benítez Reyes


Creo recordar que corría el año 1996 cuando, entre un grupo de jóvenes poetas universitarios de Córdoba, un querido maestro me propició el encuentro con el escritor Felipe Benítez.

Fuera de las aulas, pasamos a tomar unas tapas en la famosa taberna de Plateros en el casco antiguo cordobés, y fue allí donde en plenas conversaciones sobre lo divino y lo humano, la literatura y la vida, Felipe recibió una magnífica noticia por teléfono, acababa de recibir el Premio Nacional de Poesía por su libro Vidas improbables.

Tengo aquel recuerdo muy presente por varios motivos, entre ellos, porque imprimí en el reverso de una pequeña cartulina (usada como invitación a unos de los recitales que solíamos organizar en los bares nocturnos de la ciudad, ya que no tenía papel mejor aquella tarde y se hacía tarde…) una variación sobre el que era ya un poema memorable, el más célebre del autor podría decir. Me refiero al poema “Advertencia” de su libro Los vanos mundos (1985).

Para mí fueron sus palabras sinceras de agradecimiento. Hoy, después de catorce años se me ocurre colocarlo en mi blog por varios motivos.

Primero, porque hoy sigo recitando el famoso poema como persona libro (del Proyecto Fahrenheit 451 del que tanta constancia queda en este blog).


Segundo, porque me parece algo muy didáctico para esta aula poemática como ejercicio de creación a partir de otro texto (no voy a entrar en disquisiciones intertextuales ni a nombrar al señor Genette ni a la señora Kristeva).

Tercero, porque me parece muy interesante apreciar cómo funcionan los poemas:

El poema de Benítez Reyes tiene dos aciertos principales: el fondo y la forma.


Sobre el fondo, trata una idea que parte de una variación del carpe diem horaciano o del cogito virgo rosas de Ausonio: la idea principal que reside en el último verso agradeciendo a quien te quiso el regalo fugaz de su hermosura. Pero, naturalmente, el poeta pone al lector que recibe su advertencia en lucha con las dos posturas posibles e irreconciliables ante la adversidad del dolor amoroso: el rencor y el perdón. La advertencia de Benítez Reyes pretende ofrecer el equilibrio interior, una ataraxía taoísta frente a ese huracán de la pasión y sufrimiento que supone esa ruptura amorosa que casi todo el mundo experimenta tarde o temprano. En fin, el fondo del poema está en esa dualidad extrema y desconcertante que se produce en el interior de la persona cuyo amor le abandona.

Sobre la forma, una característica propia del poeta roteño ha sido siempre un imponente sentido del ritmo y este poema es buena muestra de ello. A través de esa estructura oracional de subordinación condicional se articula el poema en sus dos partes. La segunda parte viene a ser una reiteración conclusiva de la primera (Así que cuando sufras —y lo harás—) que va in crescendo hasta el último verso ya comentado sobre la fugacidad de la vida y la importancia de saber aprovechar lo bueno que pueda tener, en este caso, ese regalo fugaz y hermoso que conlleva un amor aunque sea pasajero. Continúo con el ritmo que vemos está íntimamente relacionado con la estructura (paralelismo semántico de los versos que abren cada parte, por ejemplo, o bien, esa epífora genial en esos mismos versos que es —y lo harás— como fórmula encapsulada entre rayas explicativas que a modo de augurio condensa una potente fuerza rítmica que viene probablemente del mismo dolor, de la misma experiencia del emisor, el autor o el personaje de la voz poética).


Advertencia


Si alguna vez sufres —y lo harás—
por alguien que te amó y que te abandona,
no le guardes rencor ni le perdones:
deforma su memoria el rencoroso

y en amor el perdón es sólo una palabra

que no se aviene nunca a un sentimiento.
Soporta tu dolor en soledad,
porque el merecimiento aun de la adversidad mayor
está justificado si fuiste
desleal a tu conciencia, no apostando
sólo por el amor que te entregaba
su esplendor inocente, sus intocados mundos.

Así que cuando sufras —y lo harás—
por alguien que te amó, procura
acusarte a ti mismo de su olvido
porque fuiste cobarde o quizá fuiste ingrato.
Y aprende que la vida tiene un precio
que no puedes pagar continuamente.
Y aprende dignidad en tu derrota,
agradeciendo a quien te quiso
el regalo fugaz de su hermosura.


Felipe Benítez Reyes

Los vanos mundos



Tras el poema de Felipe Benítez Reyes, y las impresiones sobre el mismo ofrezco la otra cara del sentido del mensaje manteniendo su mismo sentido rítmico, pues es ahí donde la magia del poema responde aún hoy creo que al subconsciente de muchos lectores como yo, el de ayer que se atrevió a reescribirlo, y el de hoy que se atreve a mostrarlo a todos ustedes con todo el afecto y admiración al maestro.



Variación sobre una advertencia memorable de Felipe Benítez Reyes

Si alguna vez amas —y lo harás—
a alguien que te quiere y que te espera,
no le guardes sus caricias ni sus besos:
describe su cuerpo la blanca mano
y en amor un beso es siempre una acción
que no se aviene nunca a un fingimiento.
Disfruta tu amor en su compañía,
porque el merecimiento aun de la fortuna mayor
está justificado si eres
leal a tu corazón, apostando
ante todo por el amor que te entrega
su cuerpo desnudo, sus tocadas manos.

Así que cuando ames —y lo harás—
por alguien que te espera, procura siempre
buscarte a ti misma en su recuerdo
porque eres efímera o quizá eres para siempre.

Y aprende que la vida tiene un valor

que nadie podría entender jamás.
Y aprende también orgullo en tu victoria
agradeciendo a quien te quiere
el regalo perdurable de su amor.


Daniel García Florindo
(inédito)

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